lunes, 9 de abril de 2012

El regalo de los antepasados

Antes de que los Mapuches descubrieran como hacer el fuego, vivían en grutas de la montaña; a las que llamaban “casa de piedra”. Temerosos de las erupciones volcánicas y de los cataclismos, sus dioses y sus demonios eran luminosos. Entre estos, el poderoso Cheruve.


Cuando se enojaba, llovían piedras y ríos de lava. A veces el Cheruve caía del cielo en forma de aerolito. Los Mapuches creían que sus antepasados revivían en la bóveda del cielo nocturno. Cada estrella era un antiguo abuelo iluminado que cazaba avestruces entre las galaxias.


El Sol y la Luna daban vida a la Tierra como dioses buenos. Los llamaban Padre y Madre. Cada vez que salía el Sol, los saludaban. La Luna, al parecer cada veintiocho días, dividía el tiempo en meses. Al no tener fuego, porque no sabían encenderlo, devoraban crudos sus alimentos; para abrigarse en tiempo frío, se apiñaban en las noches con sus animales, perros salvajes y llamas que habían domesticado.


Tenían horror a la oscuridad que era signo de enfermedad y muerte. En una de esas grutas vivía una familia: Caleu, el padre, Mallén, la madre y Licán, la hijita. Una noche, Caleu se atrevió a mirar el cielo de sus antepasados y vio un signo nuevo, extraño, en el poniente: una enorme estrella con una cabellera dorada.


Preocupado, no dijo nada a su mujer y tampoco a los indios que vivían en las grutas cercanas. Aquella luz celestial se parecía a la de los volcanes, ¿traería desgracias?, ¿quemaría los bosques? Aunque Caleu guardó silencio, no tardaron en verla los demás indios. Hicieron reuniones para discutir que podría significar el hermoso signo del cielo.


Decidieron vigilar por turno junto a sus grutas. El verano estaba llegando a su fin y las mujeres subieron una mañana muy temprano a buscar frutos de los bosques para tener comida en el tiempo frío. Mallén y su hijita Licán treparon también a la montaña.


-Traeremos piñones dorados y avellanas rojas -dijo Mallén.


-Traeremos raíces y pepinos del copihue -agregó Licán La niña acompaño otras veces a su madre en estas excursiones y se sentía feliz.


-Vuelvan antes de que caiga la noche -les advirtió Caleu.


-Si nos sorprende la noche, nos refugiaremos en una gruta que hay allá arriba, en los bosques -lo tranquilizó Mallén.


Las mujeres llevaban canastos tejidos con enredaderas. Parecía una procesión de choroyes, conversando y riendo todo el camino. Allá arriba había gigantescas araucarias que dejaban caer lluvias de piñones. Y los avellanos lucían sus frutas redondas, pequeñas, rojas unas, color violeta y negras otras, según iban madurando.


No supieron cómo pasaron las horas. El Sol empezó a bajar y cuando se dieron cuenta, estaba por ocultarse. Asustadas, las mujeres se echaron los canastos a la espalda y tomaron a sus niños de la mano.


-¡Bajemos, bajemos! -se gritaban unas a otras.


-No tendremos tiempo. Nos pillará la noche y en la oscuridad nos perderemos para siempre -advirtió Mallén.


-¿Qué haremos entonces? -dijo la abuela Coillalla, que no por ser la más vieja, era la más valiente.


-Yo sé donde hay una gruta por aquí cerca, no tenga miedo, abuela -dijo Mallén.


Guió a las mujeres con sus niños por un sendero rocoso. Sin embargo, al llegar a la gruta, ya era de noche. Vieron en el cielo del poniente la gran estrella con su cola dorada. La abuela Collalla se asustó mucho.


-Esa estrella nos trae un mensaje de nuestros antepasados que viven en la bóveda del cielo -exclamó.


Licán se aferró a las faldas de su madre y lo mismo hicieron los demás niños.


-Vamos, entremos a la gruta y dormiremos bien juntas para que se nos pase el miedo -dijo Mallén.


-Eso sería lo mejor, murmuró Collalla, temblorosa.


Ella conocía viejas historias, había visto reventarse volcanes, derrumbarse montañas, inundarse territorios, incendiarse bosques enteros. No bien entraron a la gruta, un profundo ruido subterráneo las hizo abrazarse invocando al Sol y la Luna, sus espíritus protectores. Al ruido siguió un espantoso temblor que hizo caer cascajos del techo de la gruta.


El grupo se arrinconó, aterrorizado. Cuando pasó el terremoto, la montaña siguió estremeciéndose como el cuerpo de un animal nervioso. Las mujeres palparon a sus hijos, no, nadie estaba herido. Respiraron un poco y miraron hacia la boca blanquecina de la gruta: por delante de ella cayó una lluvia de piedras que al chocar echaban chispas.


-¡Miren! -gritó Collalla. ¡Piedras de luz! Nuestros antepasados nos mandan este regalo.


Cómo luciérnagas de un instante, las piedras rodaron cerro abajo y con sus chispas encendieron un enorme coihue seco que se erguía al fondo de una quebrada. El fuego iluminó la noche y las mujeres se tranquilizaron al ver la luz.


-La estrella con su espíritu protector mandó el fuego para que no tengamos miedo -dijo la abuela Collalla riendo.


Niños y mujeres también rieron, aplaudiendo el fuego. El grupo silencioso contempló las llamas como si fueran el mismo Padre Sol que hubiera venido a acompañarlas. Se sentaron junto a la gruta, oyendo crepitar las llamas como música desconocida. Al rato, llegaron los hombres desafiando las tinieblas por buscar a sus niños y mujeres.


Caleu se acercó al incendio y cogió una llama ardiente; los otros lo imitaron y una procesión centelleante bajó de los cerros hasta sus casas. Por el camino iban encendiendo otras ramas para guiarse. Al otro día, oyendo el relato de las piedras que lanzaban chispas, los indios subieron a recogerlas y al frotarlas junto a ramas secas lograron encender pequeñas fogatas. Habían descubierto el pedernal. Habían descubierto cómo hacer el fuego.


Desde entonces, los Mapuches tuvieron fuego para alumbrar sus noches, calentarse y cocer sus alimentos.

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19 de Febrero de 1947 – Nace Jorge Luis Marziali, en la Ciudad de Mendoza. Cantautor.En 1972 editó -en Mendoza- una placa con cuatro obras en, mientras estudiaba Ciencias dela Comunicación. Fue redactor de la agencia "Clarín" en aquella ciudad y de "El diario", publicación dirigida por Jacobo Tímerman.En 1976 se radicó en Buenos Aires y se desempeñó en el área de Educación de "Clarín", al tiempo de dirigir una página sobre música popular en el mismo medio gráfico.En 1983 edita su primer disco bajo el título de "Como un gran viento que sopla". Sus obras "Este Manuel que yo canto" (dedicada a Manuel Castilla) y "Coplas de la libertad (con versos de Daniel Garibaldi) calaron hondo en el gusto popular. Conduce, al mismo tiempo, un programa sobre música popular en Radio Belgrano.En 1986 edita "Marziali cerca nuestro" y se consagra como trovador con dos obras fundamentales: "Los obreros de Morón y Cebollita y huevo".En 1989 aparece "Marziali de diario", con portada de Hermenegildo Sábat y presentación de María Elena Walsh. Su obra "Yo elijo criollos" se convierte en un clásico del cancionero nacional.Viaja por el país con sus canciones ofreciendo recitales y charlas en diversas Universidades y Centros Culturales.En 1997 gana con "El niño de la estrella", el primer premio (rubro canción) en el concurso "30 años de la muerte del Che Guevara", organizado por la FUA y la Comisión permanente de apoyo a Cuba.En 1998 viaja a La Habana, ofreciendo sus canciones en plazas y recintos culturales de la capital cubana.Ese mismo año es declarado "Maestro del alma" por la Secretaría de Cultura dela Ciudad de Buenos Aires. Edita "¿Y por qué?", un disco con canciones infantiles.En 1999 aparece "Miradas", álbum en el que se destacan obras como "El hombre pollo" y la citada "El niño de la estrella"En el 2004 aparece "Padentrano", disco en el que hace un rescate de varios de los compositores fundamentales de canciones de raíz criolla, como Hilario Cuadros, Chabuca Granda, Zitarrosa, Buenaventura Luna y Tejada Gómez, entre otros.En setiembre de 2007 aparece "San Lagente", álbum con temáticas y ritmos urbanos. Se destacan allí "Cuando Perón era Cangallo", "Así hablaba Don Jauretche" y una nueva versión de "Los obreros de Morón" con la participación de Alfredo Ábalos.En setiembre de 2010 aparece su primer libro de poemas, bajo el título de "El amor en otro sitio". Se encuentra en imprenta "Elogio del estar despierto".Fallecio el 9 de Julio de 2017.Obras: Aquí me gusta la vida (con Humberto Cosentino) – Canción al oído de una muchacha (de Antonio Esteban Agüero) – Cebollita y huevo – Chamarrita pa repartir – Como un gran viento que sopla (con Diógenes Garibaldi) – Cristo de la quebrada – Decimas del tiempo (con Diógenes Garibaldi) – El Cuchi musiqueador – El niño de la estrella – Elogio de la ternura – Este Manuel que yo canto – Florecer de la nostalgia (con Eugenio Inchausti) – La de Kayhan (con Juan Falú) – La Sixto Violín (con Raúl Carnota) – Los obreros de Morón – Mendoza esta – Milonga del hambre (Con Alberto Suarez) – Para tenerte cerca – Tonada de luz (con Carmen Guzmán) – Y sueño una farolera – Yo soy Juan (con Juan Falú), entre otras.