sábado, 12 de mayo de 2012


La leyenda de Cosquin

 En las primeras décadas del año 1500, después de producirse el derrumbe del Imperio de los Incas, provocado por la fuerza que impusieron los conquistadores españoles que llegaron a América, se produjo la inmigración masiva de esa raza milenaria, rumbo al sur, hacia nuevos horizontes, en busca de paz y tranquilidad, cargando en las alforjas de sus mulas, todo lo que pudieron de sus fabulosas riquezas, desconociéndose hasta hoy su destino. 


A partir de entonces, los españoles destacaron una expedición al mando de Jaime de Aragón, según datos históricos, hacia la avanzada más austral del imperio; se dice que fue con el propósito de arrebatarles las riquezas y tesoros que llevaban consigo en el éxodo.

Esa avanzada más austral era lo que es hoy, la hermosa y progresiva ciudad de Cosquín, en las Sierras de Córdoba. Se halla enclavada en un vallecito en forma de península por el caudaloso río Yuspe, que nace en las Sierras Grandes (Los Gigantes), y coronada al este por el majestuoso cerro Supaj Ñuñu (Seno de Virgen), hoy Pan de Azúcar.

Sus maravillosos paisajes, la frondosidad de sus algarrobos y su reconfortante clima la convertían en un oasis, hecho que explica porqué esta raza indígena, pobladora de esta zona, era extremadamente pacífica.

Fue así que en el año 1526 comienzan a llegar a Cosquín, por medio de "chasquis", las primeras noticias, que desde el Alto Perú venían bajando seres humanos de otros continentes, vestidos con ropas brillantes y acorazadas; ésta situación despertó la preocupación y el alerta los habitantes de ese poblado, los que, comandados por el Camin (jefe), implantaron una severa vigilancia, que duró nada menos que nueve años. "Hasta que una mañana - dijo el historiador Aníbal Montes - de primavera, mientras alegres muchachas se bañaban y jugaban en la desembocadura del Ampato Mayo (arroyo que baja del cerro) se produjo lo que se temía"... ¡Por primera vez llegaban a Cosquín los conquistadores españoles, bajando por el noroeste después de haber pasado por el pueblo de Ayampitín, en pampa de Olaen, hoy en ruinas...!

Durante el primer período de permanencia en dicha expedición de este lugar, los indígenas tuvieron que soportar cualquier cantidad de abusos, malos tratos, explotación y sometimiento de sus mujeres, creando un clima de disconformidad y reacción en Camin Cosquín, hombre alto y robusto quien vivía con una hermosa india llamada Cosco-Ina, su esposa.

La belleza de Cosco-Ina despertó la codicia de un oficial español, componente de la expedición, quién no perdía ocasión de cortejar con sus pretensiones amorosas a dicha india. Y fue así que, al enterarse Camin, se enfrentó con el oficial en franco duelo, dándole muerte.

La reacción de la patrulla expedicionaria fue inmediata; ordenándose captura del Camin, quien fue perseguido por las sierras varios días. Por la Quebrada de los Leones trepó la sierra y enfiló hacia el cerro Supaj Ñuñu, donde posteriormente fue acorralado.

En desventaja para la lucha se defendió arrojando grandes piedras por las pendientes, que tuvieron en jaque a los españoles por varias horas. Esta situación no podía durar mucho tiempo, hasta que al final tomando la determinación más extrema, prefiriendo la liberación a cambio de su vida; tomando por la pendiente en desenfrenada carrera, llega al borde de los enormes despeñaderos ubicados en la ladera norte y, como si fuera un cóndor que inicia un raudo vuelo, con ímpetu se arrojó al vacío, para luego desplomarse en el abismo, donde encontró la muerte, muerte que lo reviviría en el tiempo, como un símbolo redentor de la libertad.


Por unos instantes todo fue silencio. Sólo se oía el viento entre los riscos y el murmullo del arroyo en el fondo de la honda quebrada, donde yacía su cuerpo inerte. Cosco-Ina, con la esperanza de volverlo a ver, permaneció expectante durante varios días, con su mirada hacia el cerro, que con su muda imponencia, parecía dictarle la sentencia de un mal presagio. Entre tanto se producía el regreso de los perseguidores del Camin, con los cuáles esquivó el encuentro presintiendo una mala noticia, que no quería escuchar ni concebir.

Fue así que Cosco-Ina decidió alejarse del lugar encaminándose, hacia las montañas con la esperanza de su amado y escapar juntos hacia otros lugares lejanos donde rehacer sus vidas.

Durante varias jornadas deambuló por los cerros y quebradas, exclamando a cada paso, con toda la fuerza de sus pulmones, el nombre de su dueño, sin obtener respuesta alguna; hasta que en las postrimerías del tercer día, se dirigió hacia la cumbre del Supaj Ñuñu, con el fin de obtener más campo de observación; al tiempo que se derrumbaba esa esperanza y una idea se iba encarnando en ella; encontrarlo vivo, o morir junto a él.

Largo y escabroso fue el sendero que le tocó recorrer, y así, mientras ascendía la empinada cuesta, una ansiedad infinita la impulsaba a subir más y más rápido; cuando de pronto, una bandada de jotes (buitres), que planeaban en círculo sobre un punto fijo y al norte del cerro la hizo estremecer, y presintiendo la tragedia, corriendo bajó hasta el borde de los abruptos de los empinados despeñaderos, con el fin de observar mejor, o atraída por una intuición y, agudizando la mirada, pudo ver horrorizada, el cuerpo de su amado que yacía en el fondo de la honda quebrada.

Abatida y sin consuelo, permaneció inmóvil durante largo tiempo, mientras el dolor le carcomía el alma, y entrecortados sollozos la ahogaban, la aferrada idea se convertía en decisión: morir junto a su amado y en el mismo sitio.

Ya era muy tarde, el sol en el ocaso caía detrás de las Sierras Grandes, cuando Cosco-Ina a manera de despedida, observaba por última vez su terruño, y en un lastimero y largo grito, exclamó: "¡Camin...! y abriendo los brazos como intentando un planeo, saltó al vacío para ir al encuentro de su amor perdido. Esta vez no hubo silencio. ¡El eco en las montañas repitió por mucho tiempo aquel grito lastimero de Camin... Camin... Camin...! Mientras la penumbra de la noche iba cubriendo con su poncho, aquel lugar. Allá en lo alto, dos cóndores se elevaban circundando el cerro, cada vez más hasta perderse en la inmensidad celeste de ese diáfano cielo de las Sierras cordobesas.

Desde entonces, al llegar la primavera. A orillas del arroyo de cantarinas aguas que vierten del majestuoso Supaj Ñuñu, las acacias rojas se cubren con sus racimos granates, como si fueran gotas de sangre, que se derramaron aquella vez, en aras de la libertad del amor y la fidelidad.

Escrita por :Daniel Martins
 

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19 de Febrero de 1947 – Nace Jorge Luis Marziali, en la Ciudad de Mendoza. Cantautor.En 1972 editó -en Mendoza- una placa con cuatro obras en, mientras estudiaba Ciencias dela Comunicación. Fue redactor de la agencia "Clarín" en aquella ciudad y de "El diario", publicación dirigida por Jacobo Tímerman.En 1976 se radicó en Buenos Aires y se desempeñó en el área de Educación de "Clarín", al tiempo de dirigir una página sobre música popular en el mismo medio gráfico.En 1983 edita su primer disco bajo el título de "Como un gran viento que sopla". Sus obras "Este Manuel que yo canto" (dedicada a Manuel Castilla) y "Coplas de la libertad (con versos de Daniel Garibaldi) calaron hondo en el gusto popular. Conduce, al mismo tiempo, un programa sobre música popular en Radio Belgrano.En 1986 edita "Marziali cerca nuestro" y se consagra como trovador con dos obras fundamentales: "Los obreros de Morón y Cebollita y huevo".En 1989 aparece "Marziali de diario", con portada de Hermenegildo Sábat y presentación de María Elena Walsh. Su obra "Yo elijo criollos" se convierte en un clásico del cancionero nacional.Viaja por el país con sus canciones ofreciendo recitales y charlas en diversas Universidades y Centros Culturales.En 1997 gana con "El niño de la estrella", el primer premio (rubro canción) en el concurso "30 años de la muerte del Che Guevara", organizado por la FUA y la Comisión permanente de apoyo a Cuba.En 1998 viaja a La Habana, ofreciendo sus canciones en plazas y recintos culturales de la capital cubana.Ese mismo año es declarado "Maestro del alma" por la Secretaría de Cultura dela Ciudad de Buenos Aires. Edita "¿Y por qué?", un disco con canciones infantiles.En 1999 aparece "Miradas", álbum en el que se destacan obras como "El hombre pollo" y la citada "El niño de la estrella"En el 2004 aparece "Padentrano", disco en el que hace un rescate de varios de los compositores fundamentales de canciones de raíz criolla, como Hilario Cuadros, Chabuca Granda, Zitarrosa, Buenaventura Luna y Tejada Gómez, entre otros.En setiembre de 2007 aparece "San Lagente", álbum con temáticas y ritmos urbanos. Se destacan allí "Cuando Perón era Cangallo", "Así hablaba Don Jauretche" y una nueva versión de "Los obreros de Morón" con la participación de Alfredo Ábalos.En setiembre de 2010 aparece su primer libro de poemas, bajo el título de "El amor en otro sitio". Se encuentra en imprenta "Elogio del estar despierto".Fallecio el 9 de Julio de 2017.Obras: Aquí me gusta la vida (con Humberto Cosentino) – Canción al oído de una muchacha (de Antonio Esteban Agüero) – Cebollita y huevo – Chamarrita pa repartir – Como un gran viento que sopla (con Diógenes Garibaldi) – Cristo de la quebrada – Decimas del tiempo (con Diógenes Garibaldi) – El Cuchi musiqueador – El niño de la estrella – Elogio de la ternura – Este Manuel que yo canto – Florecer de la nostalgia (con Eugenio Inchausti) – La de Kayhan (con Juan Falú) – La Sixto Violín (con Raúl Carnota) – Los obreros de Morón – Mendoza esta – Milonga del hambre (Con Alberto Suarez) – Para tenerte cerca – Tonada de luz (con Carmen Guzmán) – Y sueño una farolera – Yo soy Juan (con Juan Falú), entre otras.